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Ambrosio de Valencina fue un religioso capuchino, misionero, orador, escritor y lingüista nacido en Valencina de la Concepción (Sevilla, España) en el seno de una familia de humildes labriegos de la comarca del Aljarafe. Tras dedicarse en su primera juventud a labores agrarias, ingresó en el noviciado capuchino sevillano, donde destacó por sus grandes dotes para el estudio y la oratoria, no en vano llegaría a ser uno de los predicadores más influyentes en la España de comienzos del siglo XX. Ya ordenado definitivamente, realizó –vía Manila– largos viajes por diversos archipiélagos de Oceanía, principalmente por las Islas Carolinas, incluida Palaos, donde se familiarizó con la cultura y las lenguas de la población aborigen. Estos territorios, aunque nominalmente habían pertenecido a España desde el s. XVI, solo habían empezado a ser colonizados (y, consecuentemente, evangelizados) en fechas recientes, en 1885, por lo que su soberanía fue discutida por la comunidad internacional hasta que el Papa León XIII (1810-1903) confirmó la autoridad de España sobre el archipiélago. En ese contexto, un territorio prácticamente virgen y sin rastro de cristianización, se enmarcó el viaje de nuestro autor. De regreso a España, a comienzos de la década de 1890, se dedicó al estudio de la Teología –disciplina en la que recibió el título de doctor por decreto del mencionado Pontífice–, a su labor de escritor y desempeñó diversos cargos dentro de su orden: consiguió la restauración (1898) de la Provincia Bética capuchina, desaparecida tras la desamortización de Mendizábal (1836-1837), y ocupó su dirección durante largos años. En 1907, precedido por su fama, fue nombrado predicador del Rey Alfonso XIII (1886-1941). Murió en Sevilla con 55 años habiendo recibido un gran reconocimiento por su labor intelectual.
Dentro de su obra, además de varios títulos de contenido teológico y como cronista general de su provincia, publicó siete tomos con variados estudios: tratados sobre la relación de Murillo (1617-1682) con su orden, estudios sobre miembros ilustres de su congregación, disquisiciones sobre episodios de la Guerra de la Independencia (1808-1814) o de las misiones en América. Además fue director de la revista Mensajero seráfico y fundador de Adalid seráfico, aún en circulación. Su obra lingüística gravita en torno a su viaje por Oceanía. Pese a lo tardío de la fecha (finales del siglo XIX) y debido a las particulares circunstancias de los territorios visitados, su labor fue muy similar a la de los misioneros en las primeras etapas de la colonización americana y filipina: estudio de las lenguas indígenas para facilitar la predicación y la conversión religiosa. De hecho, Valencina quiso imprimir su obra en Manila antes de regresar a Europa para que quedara a disposición de futuros misioneros. Así vio la luz el Primer ensayo de gramática de la lengua de Yap, manual formado por una gramática, un «Diccionario español-carolino, o sea catálogo de voces de la lengua de Yap» (págs. 88-127) y «Varias frases en forma de diálogo en español y carolino de Yap acomodadas a varios asuntos que puedan acaecer en la isla» (págs. 129-42). Sin embargo, la temprana independencia filipina (1898) y la venta, por parte del Estado español, de las Islas Carolinas a Alemania (1899) no permitieron el desarrollo de la labor pastoral, y, tampoco, el uso y ampliación de este manual.
Jaime Peña Arce